sábado, 27 de agosto de 2011

Inquietudes sobre la educación en la sexualidad -




Agradecido por tus aportes que tienen como fin limpiar de asperezas conceptuales una reflexión que tiene un fin noble y bueno por tratarse de la persona. Ello me compromete más a revisarme, por eso valoro enormemente las inquietudes que expones al escrito que indudablemente van más allá del escrito mismo.


Sabes bien que libertad y plenitud humana van de la mano y que ahí reside la verdadera educación, sin embargo sometidos a ciertas propuestas sociales amparadas por intereses que riñen con la dignidad humana dejan la sensación de un cambio de significado que permea las relaciones humanas. Soy un educador y comprendes la inquietud, sobre todo cuando nos ha tocado abordad una generación que no sabe para donde va. En este marco, los binomios que planteo en el escrito igualmente son punto de partida que requieren de una mayor reflexión a fin de darle un norte, atrevidamente lo expreso “menos engañoso” y más humano.


Desde esta situación la propuesta de un “Proyecto de educación sexual” o en la “sexualidad” así lo denomino, es una necesidad en nuestro tiempo, pero su complejidad hace que las instituciones educativas la asuman tangencialmente. No es fácil, por eso se detienen en lo más laxo o prohibitivo y no en la educable, es el punto a tratar con más detenimiento y es aquí donde la institución debe ocuparse con más preocupación. En este sentido vale la pena correr el riesgo aún con las dificultades que presenta el acto educable de los encuentros, luego engloba a la institución misma.


Al considerar que la sexualidad es una dimensión humana orientada a los encuentros de las personas, una educación en este campo es transversal no ajena al saber específico de las diferentes áreas, pues se integra al todo humano. En este sentido quiero consultarte lo siguiente:


- ¿Cómo no moralizar el discurso sobre la educación sexual sin dejar de decir qué sería lo más adecuado según las etapas psico – evolutivas?


- Lo permisivo en este campo riñe con la castidad “neo tabú” del que pareciera no se es lícito hablar. ¿En qué términos se pude hacer?


- Cómo se puede relacionar desde una educación en la sexualidad el deseo con la libertad y responsabilidad como valor social e individual?

lunes, 15 de agosto de 2011

No hay tiempo

En estos días he estado pensando sobre el paso del tiempo. Dicen que es más rápido que antes. Hay una sensación de que todo pasa con tal rapidez que nos sentimos alcanzados para todo.

La expresión tan común: “No hay tiempo”, deja la sensación de que tenemos afán ante el rumbo de las cosas y al mismo tiempo queremos encontrar lo más relevante o prioritario en las búsquedas. El tiempo corre, viaja veloz, no existe para unas cosas pero si para otras.

Todo es así. Se vive en un segundo o se desvive, depende de los momentos, los encuentros, de las búsquedas, de los sueños, de lo que nos desvela, para seguir pensando en esa carrera loca, desolado por la búsqueda que no se logra. Es el camino de cada uno que se hace evidente al encontrarse con quien desvela la realidad que se pretende ocultar, el otro, los otros. Su rostro aclara el nuestro, por eso se le evade

Todo es así, vamos rápido.

Te miré en tu camino,

Iba en el mío, nos miramos,

Quisimos detenernos, no se pudo,

Estábamos en otra parte, en un punto distantemente impersonal y cosificado.

“No hay tiempo” es lo que se piensa, es lo que se dice, así es como se vive. Nos topamos en el camino pero sin encontrarnos, para seguir como desconocidos en la renuncia de los rostros. Es el tiempo de lo impersonal, de la muerte de las tertulias, de una liturgia comunitaria desvanecida por el espectáculo de masas en donde todos son unos extraños; verse sin reconocerse, desde una imagen prófuga, volátil, fantasmagórica.

Nuestros encuentros aparecen en la imagen televisada, en la novela dirigida, se desplaza la contemplación de tú a tú hacia la visualización de la imagen retocada en la pantalla chica, contemplando realidades de las que huimos como pasivos espectadores en cómodas butacas comiendo crispetas.

Hay tiempo para eso, siempre lo hay, para el olvido de sí. Solo somos prófugos, nos vemos a tientas, desde los vitrales como maniquíes impedidos por fronteras invisibles, desde los libros en que nos escondemos, desde las ocupaciones que nos inventamos, desde las ideas que vienen y van sin dejar huella pues mueren en la voz misma, o en la tinta que se desvanece antes de terminarla.

No hay tiempo para amar, reír o llorar. No hay tiempo para escucharnos. El acto de vivir hoy, apremia frente a lo más importante; lo que da nombre y renombre. Lo que deja la sensación de poder en medio de la contingencia, la apariencia de una calidad de vida en el ocultamiento del sufrimiento, la desbordante alegría ante serias experiencias de fracaso dan cuenta de que ha llegado el tiempo del ocultamiento del rostro, lo único que nos ocupa es retocar nuestro barniz de felicidad, lo demás no cuenta.

martes, 28 de junio de 2011

Libertad – sexualidad - dignidad

Son tres tópicos de lo que hay que hablar inevitablemente cuando queremos abordar al hombre. La primera es condición de humanidad, por eso toda actitud opresora es degradante y quien oprime pierde conciencia de sí y de los otros, sus acciones son indignas. En este sentido es una contradicción hablar de “humanización de la guerra” termino tan común en nuestros días, que está en la base de la política colombiana en todo lo que significa la renuncia a la economía solidaria por la de la apropiación o del raponazo. La sexualidad igualmente permea la condición humana como personas con un valor que nos es propio. Ella misma invita a los encuentros, luego participa de la libertad en las opciones que se hacen en las relaciones de dignidad en los encuentros mismos y participa del jugo de lo útil más que de los digno. Lo permisivo desde donde se le mire esta unido a la violento, luego al aniquilamiento como forma de mermarse o de hacerlo con los otros es desconocimiento del derecho a vivir dignamente. En este sentido nos encontramos con el rostro de los otros desde la perspectiva de acogida o invitación como vivencia y a la vez reclamo por lo justo que considero no es aparte de los tres tópicos que titulan este escrito. En el hecho de vivir la Vida desde los encuentros con la dinámica que le es propia, estos tópicos centran la vida humana individual y socialmente, luego para su comprensión se requiere de una constante reflexión como labor de la escuela A la vez que son una invitación, son un reclamo por los justo, mientras que el propio es una presencia que convoca intereses, y se somete a ser denunciado por el valor humano des los propios actos. Educar para la libertad es hacerlo en humanidad, desde lo digno, propio de la libertad. Creo que una reflexión que entre en contradicción, es decir que viva cada uno como realidades independientes renuncia a formar personas que se inserten positivamente en los procesos comunitarios y sería acrecentar ese individu1lismo que tanto daño le ha hecho a nuestro país.

sábado, 27 de junio de 2009

La falacia del éxito: ¿Inclusión o exclusión educativa?

“Educar para la vida”, leo y releo continuamente en proyectos educativos, escucho en conferencias, y es a la vez, propuesta de colegios y demás, sin embargo, pareciera que la expresión ha quedado en desuso o ha perdido la fuerza de su sentido original, pues la constatación es casi trágica. Los jóvenes no solo durante, sino al terminar el proceso de formación básica y media, se complican la vida de una manera, algunos, bastante trágica. No solo eso, pasan en su mayoría sin pena ni gloria, pues se hace más expresivo el individualismo que la dinámica social de propuestas realmente solidarias y justas. Esto ha generado en mí una pregunta que me obliga a replantear no solo los procesos sino los fines de la educación.
¿Con qué sustrato formativo se están enfrentando a la vida que cada día se presenta más salvaje y violenta? Aparte de contenidos académicos, de rápidas preparaciones para las pruebas de estado, de discusiones sobre los procesos evaluativos, ¿Qué queda en los que no continúan en la educación superior o en los que iniciando no la terminan para enfrentarse a la vida? ¿Y en los que llegan a la vida profesional? Son preguntas que permanecen latentes no sólo en educadores inquietos, sino también en instituciones que se precien de ser expertas en humanismo y en humanización.
“Educar para la vida” Es una propuesta seria que obliga a preguntar por la vida misma. ¿Qué es? ¿Dónde se ve la vida para definirla y comprenderla desde su real sentido? ¿Cómo se le enseña a un joven a entrar en ella? Son cuestionamientos que conducen a una reflexión en la que hay que tener en cuenta cantidad de consideraciones, especialmente si se quiere responder a las expectativas que ofrece la contemporaneidad en su dinámica social. Una de ellas, es el movimiento al interior de la escuela. Allí corren cantidad de libros a lo largo de los años de estudio; documentos, lecturas por aquí y por allá, novelas y novelitas, cuentos de toda clase, discusiones, foros, proyectos orales, escritos y muchas cosas más, sin embargo la realidad sigue siendo patética. A tantos esfuerzos y sacrificios, a tantas preocupaciones, las victorias individuales no son expresión de ajustes sociales. ¿Qué sucede entonces?
Es cierto que la psicología a aportado a la respuesta pero desde la pedagogía tienen una connotación especial. Hay que tocar la vida de los jóvenes desde la raíz, desde aquellos estratos que les han formado y que en la adolescencia se hacen más expresivos. Se hace necesario contar con esas realidades, para comprender mejor a quien se quiere acompañar en esa difícil pero valiosa tarea de formación y preparación en humanidad.
Veamos el bosquejo de la vida a partir de cómo se vive, salgamos de la bola de cristal en la que usualmente nos metemos para no ver la realidad en la que igualmente encajamos a los jóvenes para no asustarlos, o peor aún, para hacerlos pensar que no viven lo que viven, o creer que basta un golpe de suerte o de buena voluntad para superar una carga histórica y meterlos en el colectivo de la excelencia o del éxito.
Comprender no tanto el valor de la vida sino cómo se vive implica hacer un ejercicio retrospectivo de cómo se les ha presentado, a fin de tomar conciencia de ella. Es interesante visualizar desde la concepción hasta la edad que se tiene, las experiencias vitales con sus impactos individuales y sociales.
Muchos de nuestros jóvenes son hijos de padres solteros, luego en cantidad de casos no deseados, o son sobrevivientes de abortos malogrados. De todas maneras el ámbito prenatal desde la tensión de la espera es bastante significativo por el sentido que se le da desde la calidad del deseo, o porque abiertamente se rechaza. Realidad que igualmente es patente en matrimonios constituidos, cerrados a la vida, o a la negación de un varón y de una mujer que no se esperaba en razón de su sexo. ¿Por qué se tiene que nacer en estas condiciones si se es fruto de una relación accidental o de una violación disimulada o de un descuido anticonceptivo? En este sentido el ser en formación se enfrenta a una vida que desde sus orígenes es conflictiva y poco gratuita. La experiencia prenatal de “ser condenado” no se queda en ese ámbito sino que se proyecta posteriormente en la experiencia de si y en la integración social. “Nacer a pesar de sus padres”.
Al bebe, por razones de la ternura que lleva en su ser, se le dan los cuidados necesarios, pero con el agravante que desde muy pequeño es sometido a la soledad, al ausentismo de sus progenitores, que hacen de la calidad de su presencia en muchos casos disculpa para justificar ausentas significativas. El problema en estas tempranas edades no es de vivir sino sobrevivir ante una falta de comunicación y de palabras, que igualmente son alimento para el carácter en edades futuras.
Considero que sobran encuestas y datos estadísticos para constatar una realidad que he venido contemplando a lo largo de más de treinta años de docencia y aunque casi la totalidad de ellos los he trabajado en una sola institución, tengo la plena seguridad que ella es una pequeña síntesis de la sociedad en que vivimos, por eso las situaciones que se plantearán no le son ajenas.
La experiencia que cantidad de jóvenes tiene de su hogar no es alentadora, pues el matrimonio, sociedad conformada por una pareja, hombre y mujer, que a pesar de los inconvenientes y dificultades de la convivencia, viven y se desviven por su pequeña comunidad, pareciera que por las propuestas contemporáneas de nuevas formas de asociación, pasa por un momento crítico, y que cada día se ahonda más por múltiples factores, entre ellos la pérdida de sentido y de responsabilidad conyugal. Los padres separados son el pan nuestro de cada día, el madre solterismo, las uniones esporádicas de corto vuelo, la legalización de las uniones gay o de lesbianas, son todas expresión de la sociedad del bienestar y de la generación que ha sido formada para ello. Es en espacios como estos en donde viven y conviven cantidad de infantes, pero a la vez con el acoso de una sociedad de consumo que se presenta como distractora del desencanto. Sedante al que los padres de familia acuden para contentar a sus hijos, cuando ellos mismos han perdido la capacidad de ser presencias humanas y humanizadoras, alimentando e incrementando el diálogo con los objetos. La ruptura con el entorno social en este sentido es significativa. El desplazamiento de los afectos debidos a las personas, hacia los objetos, se transforma en una manera de cubrir la soledad. Horas en Internet, o en el ipod, en las salas de juegos en un monólogo permanente, no dejan de ser formas de desaburrirse cuando no se es escuchado, tenido en cuenta o acompañado, de todas maneras, hay que matar el tiempo. El resultado pude ser fatal. La droga, al alcohol o en una vida sexual moralmente sesgada, simplemente porque se le ha quitado el sentido que la expresión “humana” le da. Todo entra en eses colectivo que busca responder al desencanto por la vida. Es la apoteosis de los bienes. Se podría afirmar que la generación joven navega en las aguas sinuosas de una época que cada día se despersonaliza más.
Poco a poco la estructura personal asimila esta propuesta social desde el tener, y en ello cabe muy bien la búsqueda de “éxito” que se desea como forma de ser reconocido desde la soledad. Es esta la propuesta de los medios de comunicación, línea en la que están construidos los centros comerciales, templos del caché, del renombre, nueva propuesta de felicidad. Los hombres de éxito visten de esta manera, comen en tal restaurante, se divierten en tales lugares, todo se les facilita, hasta las mujeres más bellas. No digamos de las mujeres de éxito: son bonitas, permanecen siempre jóvenes, son independientes, viven solas en aparta estudios, su vida íntima la comparte con hombres de alto nivel pero no se compromete con nadie.
Ésta mentalidad es de toda una generación, no es solo de los jóvenes, ellos son impulsados por la sociedad que la dinamiza, porque se siente sola, abandonada a un mundo conflictivo, bélico, competitivo, con profundos miedos. Los jóvenes heredan estos temores, viven de ellos y anhelan emerger, pero lo hacen repitiendo el mismo esquema; la posibilidad de la infidelidad, de las formas ilícitas de conseguir dinero, de la competencia donde fácilmente se destruye al otro, las formas opresivas de relacionarse. Esto es lo que ven, una doble moral, un relativismo ético que da vía libre a egoísmos e incapacitan para sufrir por el otro.
Esta búsqueda es respuesta a la soledad que se hunde en las raíces de la dinámica social: la familia. El padre ausente o sustituto, la madre alejada metida en su cuento, pero igualmente en una búsqueda constante de una calidad de vida apoyada más en la posesión, colocan a la nueva generación en la disyuntiva de la vida misma que hay que poseer, que hay que salvar, y por la que hay que competir. En esta lucha denodada por emerger van desapareciendo conceptos, valores, formas de relación que garantiza una mínima cohesión social. Me ha llamado la atención ver cómo en una casa que he visitado, ha desaparecido de la sala el tradicional cuadro del corazón de Jesús y se ha colocado el dólar. No poseerlo es el mayor dolor de cabeza. Esto tiene que ver con el concepto de cielo, con la relación que se tiene con Dios, luego con los hombres, el valor de la vida y la responsabilidad que se tienen con ella. Digamos que hay un cambio de paradigma, luego de aspiraciones.
El espacio de la soledad se transforma en el espacio de las relaciones humanas sin sentido, conflictivas como sistema; derrochadora por naturaleza, arrogante por principio, viviendo al otro como un mal necesario o un bien suntuario, pues se sale de sí no para encontrarse, sino para atrapar. Los sueños de cantidad de jóvenes van en esta línea, es la única propuesta que se les hace, quieren una salida diferente, pero pareciera que no hay más y desde esta perspectiva se miden los triunfos y las derrotas. En este sentido la calidad humana pertenece al teatro de las apariencias que hay que mantener para ser reconocido socialmente como una persona de bien. Se percibe entonces que la dinámica es excluyente, se requieren condiciones casi innatas de superación, una actitud estoica frente a las dificultades, saber permanecer a pesar de que la casa se caiga, son las exigencias para quien quiera triunfar en la vida. Arribismo que lleva a afirmar “me hice sólo”, muestra de un individualismo desconectado de todo tipo de reconocimiento en los otros
Si este es el marco que convoca a la sociedad, coloquemos dentro, el paisaje que lo vitaliza. Son situaciones que día a día se hacen más comunes, la sociedad así los promueve y convive con ello. La ruptura es significativa y tiene que ver con los lazos que unen a las personas, especialmente a las más cercanas, las fibras que dan firmeza a estos encuentros poco a poco se han ido debilitando hasta generar rupturas generacionales de especial significado y repercusión social, como es el caso de la vida de pareja de cantidad de matrimonios. Las rupturas son más comunes, no sólo eso, los conflictos más patéticos en sus formas de despreciarse, anularse, olvidarse y ofenderse, pero mas educadamente. El marco es bastante amplio, los hijos solos, son la carta de presentación de este conflicto que en última instancia, son los hijos los que lo padecen con mayor gravedad. Juan tiene doce años y quiere ser constructor de aviones. Su padre es profesional y su madre secretaria. Juan reacciona violentamente cuando las cosas no salen como quiere o se le llama la atención, deficita tres áreas, y tiene problemas de socialización, pero tiene sueños. Recuerdo aquel día que al sugerí imitar las cualidades de sus padres respondía rápidamente “y habelas” era una manera de decir “no las hay”. Agregando seguidamente “Mi padre es muy violento. Cuando tiene rabia tira las cosas y las daña. Es duro con mi mamá. Ella es igual. No me quieren” Es un cuadro que esta ahí, no es el único, hay muchos más con el mismo marco, pero con paisajes diferentes, no hay ninguno que este en blanco, en todos hay trazos, situaciones, vivencias, historias, relaciones. Es la situación que se repite de diferente manera en cantidad de jóvenes que pasan por nuestras aulas, con déficit de atención, con problemas de socialización, sin motivación alguna, pero con un sello institucional y que la sociedad de muchas maneras repite: El sello del éxito y de la excelencia.
El hijo que ha nacido desde una realidad prenatal concreta, se encuentra asimilando en su primera infancia lo que su entorno le presenta, de una manera silenciosa. Sobre él se pone una intención para el futuro, es decir “se le programa” para ser. Se visualiza el profesional, que va a sostener la altura de la familia o la va a sacar de la penumbra económica, De vez en cuando le sale un ¡hay!, sobre un hecho, como un lamento, por algo que no puede y quiere comprender, en sobresaltos anímicos, muestra evidente, es la población hiperactiva, hijos de la ritalina que aumentan cada vez más y que los padres de familia colocan en manos de los educadores, en casos, exigente y hasta violentamente.
¿Qué le están dando los padres a los hijos? Equivale a la pregunta ¿qué le estamos dando a nuestros alumnos y alumnas? Para comprender mejor lo que están recibiendo, lo que se ha puesto en sus manos, es lo que cultivan y defienden con denuedo. Nuestra generación presenta un alto índice de desajuste emocional, basta con ver la forma como se ha disparado la infidelidad, las relaciones sexuales entre adolescentes, la conformación de círculos de amistades poco más con fines lúdicos, de viernes, etc. igualmente se nota en la incapacidad de asumir la corrección, la cantidad de derechos que ella misma reclama sin tener en cuenta deberes familiares o sociales. Sufren del mal de ausencia, esto es de presencias significativas humanas y humanizadoras. Ausencias afectivas que van y vienen y buscan resolverse para el momento. Ideal de la vida sin dolor, sin sufrimiento alguno. Tendrán que esperar tardíamente que la historia los acrisole a punta de errores y de equivocaciones.
En este sentido es determinante la neurosis de padres y madres de familia de evitar sufrimientos, de suavizar las irreverencias por temor a que se acaben de estropear y que la sociedad anima cuando habla de derecho al goce, al placer, al libre desarrollo de la personalidad, a la libre expresión sexual, en un dejar que broten las sensaciones corporales. Impacto educativo que oscureciendo los deberes mínimos de convivencia, hace de los derechos la quintaesencia de la libertad, enajenando de esta manera a la nueva generación de proyectos sociales, afianzando más, aspiraciones triunfalistas y exitosas que en una sociedad capitalista y mercantilista como la nuestra se soportan en el dinero
El hijo o la hija desde sus primeros años, esta condenado a ser lo que sus padres no han podido o están empujaos a mantener una imagen social y profesional, todo porque en nuestra sociedad la imagen juega un papel esencial en las aspiraciones, garantía de reconocimiento y aceptación. Es este el centro dinamizador, por eso las instituciones se podrían catalogar entre las que garantizan este reconocimiento social y las que no. En las primeras la preocupación es más de forma que de fondo, y las segundas frente a las escasas posibilidades, simplemente se dedican a permanecer, con las desmotivaciones que le son propias. Proyección que a la larga motiva e impulsa los procesos formativos. El aprendizaje ya no será una labor espontánea y creativa, sino una exigencia contractual como respuesta a los “sacrificios” que los progenitores hacen y que la institución reconoce. Un hijo es una inversión que a largo plazo debe dar buenos dividendos, y un alumno, una nueva propuesta de mercado que hay que preparar adecuadamente.
Desde pequeño se programa al profesional, o a la hija casada con un hombre adinerado, esta actitud igualmente es alimentada por los medios de comunicación en cantidad de telenovelas y mensajes publicitarios en donde ser es igual a poseer, y cuanto más mejor. Basta con traer a colación el diálogo que tenían mientras viajaban en el bus del colegio dos pequeños, un niño y una niña, mirando la imagen de una bella modelo “Lo primero que le miro a una mujer son los senos. Las de mi novia tienen que ser como los de esta mona”, a lo que le respondió la chica “cuando consiga un novio, lo primero que le miraré será su billetera”. Sencilla y expresivamente era una conversación desprevenida en un bus escolar. A los chicos desde pequeños se les inculca lo valores que se consideran fundamentales. Esa es la verdad. Los asimilan desprevenidamente, los acogen y después los defienden con ahínco.
Desde los primeros años, aparte de la escuela, la sociedad es la gran educadora, y lo hace desde los visajes que la animan. La televisión y sus telenovelas, el Internet, los centros comerciales, llamativas y exóticas vitrinas, etc. Todo converge en el inconciente del niño o la niña como una síntesis que posteriormente desplegará en necesidades vitales e imperativos existenciales. La moda en todos los niveles y proyecciones, alimentada por propuestas publicitarias, genera una mentalidad de consumo salvaje que colocado al servicio de la economía hace el juego a la calidad desde los respectivos indicadores. De ésta manera la vida se anhela y se busca en las satisfacción del goce y ausencia de todo mal que la entorpezca, de ahí que la propuesta esta en la perspectiva del no sufrimiento, luego del no amor. Es esta la visión utilitarista de la superación personal. El “éxito” desde estos niveles apropiativos del confort, de la apariencia, de la imagen dinamiza aspiraciones. Ser, significa más que poder, ser visto y aclamado; reconocimiento en falso.
Si miramos a los jóvenes, muchachos y muchachas desde la situación planteada, obliga a situarnos al margen de este tipo de ofrecimientos o como promotores de la misma. No hay otra alternativa. La educación dinamiza una propuesta antropológica existencial particular, no es ajena aunque lo pretenda, sino que ayuda a tomar conciencia de su propia verdad educativa. Verdad que se muestra en el alumno mismo, cuando se constata que casi en sus totalidad hace parte del colectivo que se desvela y preocupa por emerger en los mismos términos que la sociedad propone. ¿Simple coincidencia? A la verdad ¡no! Es lo que han recibido, de instituciones que viven de la imagen, de los muros, de las apariencias, del reconocimiento forzado y de todo lo que de ello se deriva. No es él el que desvela. Es la imagen institucional la que preocupa. El alumno interesa integrado a la imagen institucional y no lo contrario. Desplazamiento bastante interesante que se entiende mejor desde el misterio de la “encarnación”. Entrar en el alumno significa conocerlo, personificarlo, ir a él y darle la mano si esta caído, acompañarlo en el proceso y sortear con él las dificultades. En otras palabras no dejarlo solo. Me parece que esto cambiaría el rumbo de las cosas. Así se comprendería mejor lo que es socialización y humanización. Ya no es el combate salvaje por hacerse a lo mismo, burguesía revestida de muchas cosas para dejar el espacio de la plebe a cambio del mundo de los exclusivos “la isla de los famosos”
El dinero así, se presenta como el axis de la vida. No hay otra alternativa, sin el nada, con él, todo. Es la alegría y la felicidad completa, el bienestar y la calidad de vida. No tenerlo es una tragedia, poseerlo en la mayor cantidad posible, un anhelo esquizofrénico. Es esta relación, como forma de vivir la vida, la que va convenciendo al niño que el principio y el fin de las angustias humanas se centra en su posesión. Es el dinero el alimento de una sociedad competitiva y consumista de la que los padres aparecen como protagonistas.
El joven igualmente se enfrenta a las disputas sociales por el ansia de dinero; chantajes, robos, inmoralidad administrativa, narcotráfico, el uso que se hace del propio cuerpo para emerger en una sociedad marcadamente hedonista y genitalizada, la injusticia social, los pobres y los mendigos, los drogadictos, los locos callejeros, la prostitución desde la infancia misma. El mundo se le abre a quien aun no es adolescente con formas de vida, que no son vida pero que se viven como tal y pareciera que la sociedad esta complacida de ello. El movimiento entre la indiferencia social y la ambición mueven los procesos de crecimiento y desarrollo personal en aras de la superación “Ser” es decir “poseer”, todo porque es lo que ve, lo que la vida le va presentando y que poco a poco va integrando a su ser. Su padre le ha enseñado la importancia de ascender en la escala social, la necesidad de vivir en un barrio de un estrato más alto, entre la población más reconocida, la que vive “bien” y es “feliz” Al chico se le ha trasmitido que los pobres son pobres porque son unos perezosos, que la injusticia es la que le hacen, pero no lo que el hace a los demás; que robar es bueno mientras no lo pillen, que no hay que ser honrados con tanta exageración, que no se debe ser tan honesto, bondadoso, humilde, humano. Que este mundo es para los inteligentes y los astutos, que el vivo vive del bobo.
En este concepto de humanidad el niño o el joven tiene que acomodarse. Los de arriba o los de abajo. Los anónimos y los reconocidos. Origen de tantos complejos y sufrimientos, de situaciones mortalmente conflictivas de jóvenes que no soportan la frustración y el fracaso, desilusión por la “imagen” que la familia, la institución escolar y la sociedad exigen; experiencia determinante sobre todo, cuando no se tiene madurez en la formación de la conciencia moral.
Los y las jóvenes entran a un mundo fantástico, con proyectos inmediatistas por decirlo así, con conciencia del propio desencanto, con las fantasías de una edad tan especial, y comunicando lo aprendido en años pasados, es decir, lo tomado de la sociedad que les ha tocado vivir para integrarlo a su ser, configurando así la personalidad que se reinvierte a la sociedad misma. Ellos son su producto, luego es en ellos en donde debe hacerse la lectura de la sociedad en que se mueven. Las quejas de una generación indiferente, socialmente libertina, inmediatista, irresponsable, insensible, apática, violenta, anoréxica, bulímica, vigoréxica, no se debe quedar ahí, hay que hacer una lectura social más amplia desde sus valores y expectativas.
Quiero parar aquí esta exposición, para mirar contemplativamente, es decir, ver desde sus seres mismos a los chicos y chicas sentados en las sillas de un salón de clase como personas en crecimiento, en formación; inquietos como en aquel colegio adonde fui invitado a dar una conferencia. El 70% hacia caso omiso a las advertencias del animador. Reían, conversaban, gritaban, se movían de aquí para allá, en un derroche desatento de vida. Mi desafío era ganar su atención. Había que mirar más allá de la presencia, a fin de descubrir una potencialidad que se ocultaba en un ropaje y en la propia representación. El tema ya estaba programado, pero en un instante había que realizar un desplazamiento pues el disperso auditorio así lo exigía.
La mirada es patética. La adolescencia se ha transformado en un momento conflictivo para el estamento social, porque es allí donde se quiebran los ideales y demás proyecciones que se habían programado desde los años infantiles. Desde la soledad se busca emerger, para responder a las exigencias programadas de éxito por aquella relación contractual realizada desde los primeros años. Exigencia que se resquebraja en un promedio bastante alto de la población juvenil. Consecuencia, lo que vemos, los fines de semana, la cultura de carnaval, los centros nocturnos en una apologización de los sentidos con la secuelas evidentes. La sociedad recibe lo que ha sembrado, abortos, violaciones, perdida de proyectos humanos a causa de las drogas, violencia en cantidad de formas.
El cuadro se completa cuando se ven desfilar cantidad de jóvenes para recibir su diploma de bachiller, participando de la generación “no futuro” de nuestra sociedad, al no tener posibilidad de ingresar a la educación superior, o conseguir un trabajo que les haga la vida más llevadera.
Dejo esta descripción para dar paso al imaginario social del lector, pues soy conciente que el cuadro, siendo patético se queda corto. Esta es la vida que se le ofrece a los jóvenes y es lo que traen a la escuela, especialmente a la básica y media.
Educar para la vida desde este cuadro. ¿Cómo se entiende? ¿Qué es vivir? ¿Qué es la vida? Es indudable que el bagaje social igualmente genera una relación axiológica y ética. El bien como búsqueda se relativiza al interés personal. Cada quien sabe lo que quiere y lo busca. Pero el impulso lo dan las motivaciones vitales que presenta la sociedad, y que se resumen en lo que denomino “la apología del éxito.”
Sin pretender agregar nada a lo que ya se ha dicho, trato de observar más detenidamente el paisaje humano, para ver las insignificancias que la sociedad tolera o aplaude. Dinero, certificación, calidad y fama, van de la mano. Reconocimiento desde una diferencia como supremacía, competencia desde los debidos procesos, de tal manera que el lenguaje institucional se transforma en la medida de la competencia misma.
Educar para el éxito, triunfar, sobresalir en una sociedad que en sutileza general cada día se hace más violenta, se ha vuelto en paladín de propuestas institucionales y panacea de proyectos de vida. El hambre de ser es equivalente al del poseer y la escuela por principio tiene que satisfacer pues los “clientes” llegan a ella en busca de un producto que sobresalga socialmente logrando emerger de la población anónima como ejemplo de superación por su condición “prestante” en términos más económicos que humanitarios. El éxito por el éxito es competitivo, arrogante, aplastante y necesita de una inteligencia astuta no inocente. La escuela se transforma así en el lugar donde sobreviven los más “capacitados” en esquemas conceptuales arribistas. Esto es paradójico en una sociedad que necesita por sus condiciones reales, más humanistas que científicos, o mejor, científicos con un profundo sentir humano.
Es esta una tendencia disimulada y permea los procesos. El ejemplo del gerente de una multinacional, de una profesional, habla más que el de un padre o madre de familia. La captación de mayor cantidad de dinero es más significativa que la superación de problemas de convivencia y de entendimiento social. La simpatía que despierta quien ha logrado ascender en la escala social produce más plausos que los que se le dan a un chico que canta en un bus para conseguir unas cuantas monedas que indiferentes rehúsan salir de los bolsillos de los pasajeros.
En nuestra sociedad éxito significa “arribismo” y como tal, poder, fama, exclusividad, estrato 5 y 6, dinero mucho dinero.
Es sabido que los ascensos humanos no son tal, también son descensos. No es calidad total, incluye la posibilidad de la mediocridad. No es cero errores, incluye la posibilidad de la equivocación, pues cuando se trabaja con personas, se hace con realidades históricas tocadas por el sufrimiento y por la angustia, por los miedos y las tensiones, por la alegría y la tristeza, con la paradoja; esto es con un misterio que a veces se hace más incomprensible en la persona de los jóvenes, que a brazo partido se abren paso en una sociedad que cada vez les cierras más las oportunidades de ser, para caer en el desenfreno del hacer egoísta y arribista. Es comprensible que la búsqueda de éxito es la gran mentira social y educativa. Es esto lo que hay que pulsar a la hora de de analizar los problemas de convivencia y de injusticia social, especialmente cuando se duda de la viabilidad de la enseñanza de la ética y los valores humanos, la educación religiosa, o cuando se deja el subjetivismo de docentes o de psicólogos charlatanes la educación en la sexualidad o peor aún, cuando la institución misma, hace el quite, simplemente porque no se considera de primera línea y se contenta con condonizar este tipo de formación , con la supuesta “formación en la natalidad y salud sexual” Es más importante una formación pragmática, cientista y utilitarista, en donde la lúdica y lo hedónico se transforman en fines de la búsqueda misma.
Con el pretexto de “éxito” el ser se funde en el hacer y este tiene sentido como trampolín para emerger, superarse, dejar el mundo de la mediocridad y entrar en el del reconocimiento. La verdad es que se educa con un disfraz de humanismo y de cristianismo, para eso “somos los mejores” es la frase que anima la propuesta y son los empujes de enaltecidos directivos que buscan animar a la población estudiantil. Pero ¿Qué es eso de ser los mejores? ¿A qué se refieren? ¿Como se logra? ¿Qué se propone? Obviamente por la realidad que nos circunda, la frase misma pertenece al ámbito del reconocimiento programático, normativo y académico, como vías para unos resultados que acrediten a la institución más que a los estudiantes mismos.
Es necesario hacer un giro Copernicano a nivel educativo. Educar para la vida es un deber moral y esto obliga a repensar los arribismos académicos, la preocupación por las pruebas del estado, colocar en su debido puesto los procesos de certificación, replantear la calidad administrativa, a fin de centrar los procesos en la formación humana que lleve a los jóvenes a una razón más social de su preparación académica.
Éxito, realización personal: falacia de proyectos educativos con el pretexto de impactar socialmente o simplemente cautivar. ¿Qué se entiende por éxito en la vida, ante una vida que se presenta a los jóvenes a veces con tanto complique? Se es por lo que se hace, o mejor es la actividad que se realiza la que da identidad al ser. “Quiero ser un gran profesional” “Quiero ser un médico famoso” “Quiero ser un economista prestante” “Quiero ser un gran psicólogo”. Simplemente el ser por el hacer, el éxito por el éxito. Apología del individualismo triunfante, de la pirámide social en donde los que emergen se colocan encima de los que no lo logran para ser servidos. Lucha denodada por sobrevivir, por eso se hace lo que se hace. Ironía de la educación: ser, no servir. Simplemente se educa para seguir en lo mismo, la constatación es real y no se puede tapar con las manos.
La exigencia de la escuela, obedece a parámetros de realización personal, no social, de ahí que se mueva entre el dejar hace individual, o la rígida normatividad dentro de un estoicismo radicalmente individualista, en donde prima la realización personal desligada de la proyección social. Se educa desde la forma, desde el logro de objetivos pragmáticos y utilitaristas, más que de fondo. Una de las características de este tipo de “formación para la vida” es el desconocimiento que se hace de la problemática social en los procesos mismos, por consiguiente de respuesta. La vida se abre cuando se le encuentra un horizonte social; todo individualismo radical, es cerrar la puerta.
Es preocupante saber que de la escuela salen jóvenes ansiosos más por éxito que por otra cosa. Es lo que se ha cultivado y lo que se les ha comunicado como vital. Es paradójica la observación que hacia un profesor de niños de tercero de primaria, al afirmar, con profunda satisfacción que uno de sus alumnos hacia operaciones matemáticas de un joven de sexto grado; o de los discursos que se hacen desde los primeros años escolares apologizando la ciencia, el conocimiento científico, el saber por el saber, dejando al margen el camino a la ética, las dinámicas de integración social, la proyección estética, el acercamiento y el acompañamiento institucional más desde la persona que desde el aprovechamiento exclusivamente académico. Es esta la herencia que nos ha dejado la ilustración en donde inteligencia tiene que ver con ciencia, más que con una filosofía de la vida, para vivir, que aunada al neoliberalismo rampante, con todas las propuesta de felicidad, acrecienta la indiferencia social, y la división que cada día se radicaliza entre pobres y ricos, norte y sur, etc.
Nuestra nación es una muestra patente de este malestar que varias generaciones han tenido que padecer y contemplar, pero sigue el problema de los minifundistas, de los desplazados, de la inseguridad social, del malestar ciudadano, pero a la vez se contempla el advenimiento de formas de distracción, ilusión prometeica de felicidad de una sociedad de consumo con sus propuesta de compraventa, de distractores publicitarios, de proyectos de modelos, de realitis, de hacerse rico y famoso de una manera laigh, de una escuela que educa para mantener el engaño histórico.
Aquí vuelvo a la idea que ha originado este escrito: “Educar para la vida”. Después del panorama anterior, tengo que silenciar mis ideas y repensar muchas cosas. Una cosa es cómo se vive la vida y otra la vida misma, por eso hay que aclarar los términos; como lo que se piensa y lo que se realiza. Esta idea me conduce a aquel décimo grado de hace años en donde el mal general era la soledad, por eso los jóvenes actuaban de esa manera y tenían tantos problemas de normalización. Igualmente recuerdo a aquel chico de octavo grado que afirmaba que no tenía ningún valor y que adonde iba siempre la embarraba, se consideraba un estorbo; también la cantidad de jóvenes que en su adolescencia se enfrentan a padrastros que los miran con desprecio, etc. Pero también recuerdo a jóvenes notables en su proceso formativo que han pasado con menciones continuas de honor, y ante tal disparidad me pregunto: ¿Qué es la vida? Pareciera que realidad tan inminente fuera tan fácil de descifrar, pero aquí constato el primer engaño, tener por evidente aquello que por principio se desconoce. Me veo obligado a entrar dentro de mi mismo para preguntar sobre la condición de la vida y descubro una característica que le da razón: “humana” La vida condición de ser, para que sea tal en el hombre, ha de ser diferente a las otras expresiones que se encuentran en la naturaleza. Dimensión o condición que tiene como sello “la dignidad” Esto es, que está por encima de todas las realidades naturales de tal manera, que no se puede confundir con ellas. Esta “vida humana” necesita una cercanía, unos procesos más del corazón en donde la palabra “éxito” ocupe un segundo lugar, y el sentido humano de la vida sea el centro. Desde esta perspectiva se comprende mejor la calidad humana y la excelencia académica. La falacia del éxito es la peor y más mentirosa propuesta educativa. No soporta la fragilidad ni el fracaso tan natural en los procesos humanos. Cuando se desmorona el pedestal en el que se han proyectado los ideales fundamentales ¿qué queda de la persona? Se entiende entonces que educar para la vida es una educación para el amor en cantidad de proyecciones sociales. La profesionalización del servicio se comprende desde esta dirección, lo contrario es servir al profesional. Aquí reside el cambio de dirección de una educación que se precie de humana y humanizadora. Si es verdad que los valores éticos y religiosos tienen una conceptualización, se aprenden cuando se ven aplicados en el ejerció de la cotidianidad. La escuela y los procesos formativos necesitan de acciones de justicia, reconciliadoras, tolerantes, solidarias, bondadosas, comprensivas, tiernas, humanas, como proyección de lo que teóricamente enseña. Una vida humana exitosa no tiene sentido fuera de las relaciones equitativas y dignas.

De mi obra "Reflexiones de un pedagogo"

sábado, 30 de mayo de 2009

Una corrección oportuna


Estimado amigos, he recibido algunos mensajes bastante interesantes, desde burlas a la página por su estructura, insultos e irreverencias, pero también grandes y valiosos aportes de parte de la mayaría de los participantes. Es política de esta página dar un espacio de opinión ética, que significa de responsabilidad, frente a lo que se escribe. Hoy estamos llenos de anónimos, de aquellos mensajes ocultos y sombríos firmados por NN que olvidando los mínimos principio de bien, de respeto por la dignidad humana, atropellan con la palabra oral y/o escrita la dignidad de los demás. Es necesario en el ejercicio de la verdad ética, dejar la constancia de quien y porqué escribe, tal o cual opinión. Animo, a quienes por temor a escribir algo, sin sátira alguna, pero con la claridad necesaria en las condiciones que se piden, lo digan personalmente, que se den a conocer, pues el momento por el que pasan, es de aprendizaje, sobre todo en lo concerniente a los principios que nos hacen realmente humanos en nuestras relaciones interpersonales.

No tengas temor en compartirnos tu opinión si lo haces con respeto y responsabilidad.

Invito cordialmente a los padres de familia a participar de este medio, se bien que ellos pueden enriquecer a la comunidad educativa con sus aportes.

Ernesto Blandón Rey